Conocido es que muchos clientes, demasiados, viven apegados a su tradicional libreta como si de un tesoro se tratase…

Conocido es que, para muchos de ellos, cuando el cajero se la devuelve sin actualizar el mundo se para a su alrededor y comienzan a hacerse preguntas sobre la causa o, peor aún, a insistirnos con la pregunta, a los empleados que tratamos de resolverle aquello que ha alterado su plácida mañana. Una pérdida de tiempo a sumar al resto de tareas “inexistentes”.

Conocido es que a muchos de ellos, menores de 70 años eso sí, les escuecen esos 2 euros que han pagado por la libreta impoluta que recibieron cuando se les acabó la anterior…

Conocido es que a algunos les vamos acostumbrando a gestionar sus finanzas por la app, o directamente con la tarjeta en nuestros renovados cajeros…

Pero conocido es, también, que otros tantos “viejóvenes” (jóvenes con la mentalidad aún del siglo pasado) no se quitarán la costumbre de usar la libreta salvo por dos motivos: que desaparezcan o que el coste de renovarla sea tan alto que el escozor sea superior a su capacidad de soportarlo (para esto no hay test de idoneidad que lo detecte… aún).

Pues conocido todo esto, la vueltecita de tuerca con la que recientemente nos han obsequiado nuestros rectores, ha puesto a los pies de los caballos a una Plantilla cada vez más exigua y exhausta, que intentamos sobrevivir en las oficinas.

Con motivo de evitar posibles fraudes en caso de extravío o robo de libreta, al poder existir dos o más libretas clonadas operando sin consentimiento del titular, se ha establecido un control sobre las libretas de nueva edición que bloquea la anterior. Por tanto, se impide la regrabación de banda y, si nuestras impresoras (algunas arcaicas no, lo siguiente…), no detectan esa banda, hay que hacer una nueva, sin posibilidad de eximir del gasto a la nueva libreta, aunque la anterior estuviese recién inaugurada.

La medida puede ser correcta para evitar errores y posibles fraudes, pero deja con cara de tonto al empleado o empleada de turno, que tampoco comprende por qué, un error que difícilmente se puede achacar al cliente, tenga que ser sufragado por él mismo. Y, sinceramente, desde aquí tampoco lo entendemos. Si lo que pretenden es eliminar de una vez las libretas, hay mejores formas de hacerlo. Les podemos sugerir algunas, aunque entonces tendrá que dar la cara la entidad, no el empleado o empleada de turno, que la damos siempre y así nos la ponen.

Y acabamos con lo desconocido, pues desconocido es el motivo por el que, cada vez que se emite una nueva libreta se reimprime el pin de la misma, con cuyo documento nos quedamos en la mano pensando… ”¿para qué se reimprime si no nos lo han pedido?”  Rizando el rizo del riesgo, por si no corriéramos el suficiente. Suponemos que algún motivo habrá, aunque como todo, no nos lo hayan explicado en otro insulto a nuestra inteligencia.